El complejo sojero sigue arrastrando los efectos negativos de la zafra anterior e impactando fuertemente en los niveles del procesamiento de la materia prima. Al respecto, el nuevo presidente de la Cámara Paraguaya de Procesadores de Oleaginosas y Cereales (Cappro), Enrique Ohaco, dijo a Valor Agrícola que “es importante que Paraguay empiece a crear políticas de Estado que incentiven a las industrias nacionales a mejorar los resultados”, lo cual también generaría una mayor competitividad del sector frente a los demás países de la región.
¿Con qué expectativas llega a la presidencia de la Cappro y cuáles son los principales objetivos en un escenario desafiante para el negocio de los commodities?
Sabemos que es todo un desafío, ya que actualmente estamos transitando una especie de crisis en el sector, venimos de un 2022 que es considerado el peor año para la industria de la molienda de soja desde que se tienen estadísticas, ya que solo se llegó al 40% de la capacidad instalada que se tiene en el país, y mucho de esto está explicado por el quiebre de zafra que se tuvo en la campaña 2021/22. No solamente necesitamos un muy buen año agrícola en este 2023, sino que se requiere que la industria de molienda pueda ser competitiva contra otras industrias que están alojadas en países de la región, debido a que en estos momentos resulta muy difícil a las industrias locales competir; más que nada por una cuestión de escala teniendo en cuenta que las otras son muchos más grandes que las que están instaladas aquí. Además, por ejemplo en Argentina, existen diferenciales e incentivos a la industria lo cual ayuda a dichas fábricas a que sean más competitivas.
Teniendo en cuenta ese contexto, ¿cómo es la situación actual de las industrias paraguayas?
En Paraguay existen fábricas que están localizadas en diferentes puntos del país, venimos de un año en donde solamente la producción se ubicó en 4 millones de toneladas, cuando tradicionalmente Paraguay entre zafra y zafriña ha llegado a producir 10 millones de toneladas; sin embargo, este año se está estimando producir entre 9 millones de toneladas y un poco más, por lo que podemos decir que hay una capacidad del 50% para el procesamiento. Es una lástima que tengamos registros tan bajos de capacidad instalada, pero es un camino que tenemos que ir consolidando en esta primera etapa para luego ir pensando en las siguientes.
Respecto a la campaña 2022/23, ¿las proyecciones son más favorables fundamentado por lo que será el resultado de esta cosecha?
La expectativa del sector es que este año sea mucho mejor que el anterior, los objetivos están puestos en lograr una capacidad más en línea con lo que ha sido en otros años. Esta zafra viene con muy buenos indicadores pese a que todavía falta un tramo importante, pero sí ha venido un poco más retrasada de lo ideal debido a que en otros años, desde el 15 de enero ya empezaba el arribo de camiones a las fábricas; pero en este año recién en esta quincena de febrero se dio el arribo de los camiones, y en esos 30 días de retraso una fábrica pierde mucho la utilización de su infraestructura. Son cosas que suceden y tienen que ver con cuestiones agronómicas, los productores sembraron temprano pero las lluvias a esas siembras no las favorecen tanto y por ende fue la parte de la producción que estuvo más castigada en lo que va de esta zafra.
¿Cómo observa los mercados internacionales, teniendo en cuenta que venimos de años con volatilidades importantes que están moviendo los números hacia arriba y a la baja?
Hay un mercado de commodities que se rige por cuestiones globales como la guerra, el nivel de demanda de China u otros contextos políticos que afectan los precios, después hay un mercado regional donde claramente a Paraguay le afecta lo que suceda en Argentina, en primera escala; y en Brasil, como segunda escala. En Argentina este año la zafra viene con muchos problemas de falta de humedad, se habla de una de las peores cosechas de soja de la historia en Argentina en torno a unas 33 millones de toneladas, cuando realmente supo producir hasta 50 millones. Dicho faltante, Argentina podría refaccionarlo y llevar esa mercadería a otros orígenes como Paraguay, por lo tanto, nos estamos preparando para un año, quizás, con mucha mercadería paraguaya a molerse a Argentina. De igual manera, todo es un desafío que también debe trabajarse en conjunto con las autoridades, este año hay cambios en el Poder Ejecutivo y tenemos muchas ilusiones de lograr el entendimiento para sacar adelante una política de Estado, que es la industrialización de las materias primas, lo cual Paraguay debe tenerlo como una directriz que trascienda los gobiernos y que el mayor valor agregado que es la mano de obra quede dentro de sus fronteras.
Pensando en el próximo gobierno, ¿cuáles son las cuestiones fundamentales que se deberían atender para impulsar la industrialización?
En primer lugar, que las reglas de juego se mantengan, hay que tener en cuenta que venimos de una gran reforma tributaria que fue hace muy poco, la idea es que esas reglas no cambien y se mantengan para continuar con la planificación. En segundo lugar, Paraguay necesita equiparar esos diferenciales que tiene, por ejemplo las industrias argentinas cómo los incentivos, es un tema que existía en el pasado en donde si se lograba producir lo proyectado había una devolución del IVA a la industria, por lo que es una de las opciones que puede devolverle la competitividad a la industria local. Como tercer punto y esto ya es a nivel Legislativo, debe estar en la agenda política una ley que permita a Paraguay traer soja de origen en Bolívia, del norte de Argentina, como Chaco y Formosa; y también del sur de Brasil, como Mato Grosso do Sul; para que sea molida en el país y así lograr que el valor agregado se de en Paraguay. Sería un esquema muy positivo para las fábricas. Y como cuarto punto está la trazabilidad, todos los destinos finales a donde envían las mercaderías quieren saber de dónde vienen y qué trazabilidad tienen, los campos en donde se produjeron, como estaban siendo tratados, y etc… En síntesis, hay un montón de presión en el mundo para conocer esos orígenes y esa trazabilidad, es algo que no lo pueden resolver los entes privados sino que se requiere de mucha coordinación con el MADES o los distintos organismos que están a cargo de los temas medioambientales.
La posibilidad de importar soja para un procesamiento nacional, por ejemplo de Bolivia, ¿permite ser competitivo en ese producto final, teniendo en cuenta una doble logística marítima? Y además, ¿puede ser aplicado a la trazabilidad en ese sistema de importación/procesamiento y exportación?
Totalmente, de hecho, Argentina tiene el sistema de admisión temporaria, especialmente la zona que hoy en día compra de Paraguay y la hace bajo ese régimen, es decir, se trae la soja de Paraguay, se procesa en Argentina y se reexporta como harina y aceite, por lo tanto, la trazabilidad es la misma. Si las cosas se hacen bien, se puede, solo falta una Ley que lo contemple. Aquí en Paraguay, uno puede importar algo y reexportar, pero paga todos los costos como el peaje de ida y vuelta. Ese sistema en sí, está muy recargado de costos y lo hace inviable hoy en día, cuando hablamos de un régimen de admisión temporaria se trata de un esquema que cuando entra el producto no se paga debido a que va a ser reexportado y ya se paga la salida.