China aprobó por primera vez la compra de harina de soja procedente de Argentina, en una decisión que involucró una negociación prolongada entre ambos gobiernos y que implicó cambios en los requisitos fitosanitarios exigidos por el país asiático.
El embarque, que formó parte de una importación de prueba, posicionó a la Argentina como nuevo proveedor en uno de los mercados más grandes del mundo.
El acuerdo se produjo luego de más de dos décadas de exportaciones argentinas de poroto de soja sin procesar al mercado chino, sin que se habilitara la venta de derivados industriales como la harina.
Esta operación inicial se interpretó como una señal de apertura del gigante asiático, en un contexto de crecientes tensiones con su principal proveedor de subproductos de soja, Estados Unidos.
Según fuentes oficiales del Ministerio de Agricultura, el ingreso del primer cargamento se concretó luego de que China aprobara los protocolos de inspección y cuarentena requeridos para la harina de soja desactivada argentina.
Este producto representa el mayor volumen de exportación industrial del país y es una de las principales fuentes de ingreso de divisas.